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Últimamente, el Banco Central de Brasil (BCB) nos tiene acostumbrados a no esperar una senda predeterminada para sus tipos de interés. Después de que en la reunión de mayo sorprendiese con un recorte de 25 puntos básicos, a pesar de que en su reunión de marzo había anticipado explícitamente a los mercados un último recorte de 50, ayer la decisión fue más drástica. Por primera vez en el actual ciclo de recortes el BCB decidió mantener el tipo Selic en el 10,50%.

Si bien en ambos casos la orientación explícita de los funcionarios del Banco no apuntaba necesariamente hacia el giro de volante que finalmente se acabaría produciendo, los datos entrantes fueron entreabriendo la puerta a la posibilidad, primero, de una desaceleración de los recortes antes de lo esperado y, después, a una pausa que hasta entonces no se había considerado. En concreto, los últimos datos mensuales de IPCA han demostrado que el proceso desinflacionista se está desacelerando en el segundo trimestre del año. En mayo, no sólo la inflación general aumentó del 3,69% en abril al 3,93% interanual, sino que también sorprendió el ritmo subyacente con un incremento del 0,46%, lo que confirma que lleva dos meses consecutivos acelerándose. No obstante, el hecho de que la decisión anterior de reducir el ritmo de relajación a 25 puntos básicos fuese resultado de una votación muy reñida, de 5-4 a favor, nos hizo dudar de que una interrupción de los recortes fuese una opción. Así, anticipamos que nuestro escenario base incluía una repetición del mismo esquema de voto, con los cuatro votos en contra de mantener el tipo Selic de nuevo correspondientes a los miembros nombrados por el Gobierno actual, revelando que la división política en el seno del Copom era más que evidente.

Para sorpresa de todos, esto no ocurrió. La decisión de ayer fue resultado de un voto unánime, lo que supone un cambio de rumbo con respecto a mayo, especialmente relevante cuando los riesgos de que la administración pro-crecimiento de Lula volviese a entrar en conflicto con el BCB eran más acusados que nunca antes este año.

Con esta decisión, las declaraciones del Copom han recuperado una característica definitoria de la postura del BCB a lo largo del presente ciclo de política monetaria, más allá de la cautela o de un enfoque vigilante: la unanimidad en sus decisiones. Dado el avance de las conversaciones sobre unos presupuestos más expansivos por el lado del gasto entre el Gobierno y las cámaras representativas encargadas de aprobar el nuevo marco fiscal ha minado el balance de riesgos del Banco, y considerando la división política en el seno del Copom, consideramos que una decisión unánime es, en este momento, la mejor noticia posible. La decisión debería ayudar a mitigar las preocupaciones de los inversores en torno a la independencia del BCB y su compromiso de volver a situar la inflación en el objetivo, que en las últimas semanas han provocado un desanclaje de las expectativas de inflación. Dicho esto, no todo fueron buenas noticias por parte del BCB.

Junto con el reciente desanclaje de las expectativas de inflación, la incapacidad del Gobierno para cumplir sus objetivos de sostenibilidad de la deuda y su reticencia a recortar el gasto para lograrlo han cristalizado los riesgos al alza para las perspectivas de inflación del BCB. En consecuencia, el BCB ha revisado de nuevo al alza su escenario de referencia para la inflación, del 3,8% al 4,0% para 2024 y del 3,3% al 3,4% para 2025.

Dado que la decisión del BCB marcó una evolución de línea dura, la medida en la que los mercados locales abran con más fuerza y el real consolide cualquier repunte dependerá de las noticias del Gobierno de Lula. Los últimos titulares parecen apuntar a un riesgo creciente en relación con la sostenibilidad de la deuda brasileña, lo que ha hecho que incremente el temor en los mercados de que Brasil incumpla su objetivo fiscal primario este año y siga luchando por controlar su déficit. Aunque el pago de intereses está excluido del objetivo del Gobierno de eliminar el déficit fiscal para 2024, el Presidente Lula sigue afirmando que su Gobierno alcanzará el equilibrio fiscal aumentando sus ingresos y reduciendo los tipos de interés. Esto último se ha hecho más preocupante desde el punto de vista de la independencia de la autoridad monetaria cuando el propio presidente, Lula da Silva, afirmó hace unos días que, durante el mandato del próximo Gobernador del BCB a partir de enero de 2025, se estudiará introducir el nivel de crecimiento en el mandato del Banco. Con las cartas del Copom sobre la mesa, la reacción de los funcionarios del Gobierno podría provocar la venta del BRL, aunque los tipos locales hayan subido.

Teniendo en cuenta lo perjudicial que fue para la confianza de los inversores el periodo de tensiones entre el ejecutivo y el banco central en el primer trimestre de 2023, cualquier descenso de la volatilidad implícita en el USDBRL o el BRL como consecuencia de la decisión más constructiva del BCB debería considerarse en el contexto de mejores puntos de entrada para las coberturas, ya que el riesgo de otra disputa entre el BCB y Lula sigue siendo elevado.

 

 

Autora:

María Marcos, Analista de Mercado

 

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